domingo 03 de diciembre de 2023 - Edición Nº5895

Opinión | 2 feb 2023

Por Nancy Acosta Noriega

¿Cuántos Lucios habrá que llorar?, ¿A cuántos podremos salvar?

A las sombras del abandono estatal, y acunado en la violencia, Lucio sin ser rescatado, dejó de existir: “Sé que lo lastimé, me di cuenta en el momento…él intentaba hablar, estaba consciente todavía. Se bañó parado…me intentaba hablar…pero no le salían las palabras…”- declaró Abigail, una de las asesinas. #justiciaporLucio #elestadoesresponsable #losniñosnosetocan #perpetua #justiciaporluciodupuy


Lo extremo del caso nos dejó en off, porque horroriza, se nos revuelven las tripas de sólo leer y/o escuchar detalles, y porque no somos capaces de soportar el dolor que despierta. Nos hace sentir huérfanos de fuerzas, de corajes, de ideas. Y así Lucio, sigue sin ser rescatado…por eso debemos hablar de Lucio.

5 años, 5 años y más horrores de los que se podrían contar le tocó padecer a Lucio. Pero ves sus fotos y ni siquiera tenía una mirada quemada, triste, irreversiblemente transformada. Posiblemente a su corta edad ni siquiera tuvo tiempo de preguntarse el por qué de los horrores que atravesaba, no llegó a cuestionar las formas del amor. Lucio se fue de este mundo siendo inocente, terriblemente corrompido, pero inocente; alevosamente violentado, pero inocente. Como las tantas infancias, que sostienen las estadísticas.

Hablemos entonces de estadísticas en nuestro país. Por ejemplo, según registros de Unicef 2019/2020, el 59% de niñes entre 1 y 14 años experimentó prácticas de violencia severa. ¡Es decir, más de la mitad de les niñes fueron violentados antes de los 15 años, más de la mitad! Y 120 niñes fueron asesinados por sus propios padres, madres, o cuidadores legales en contexto de violencia, en los últimos diez años.
A partir de estos números, ¿no deberíamos acaso mirarnos y cuestionarnos más? ¿Cómo se lee socialmente el límite entre una práctica de violencia, una práctica de violencia severa y un extremo como un infanticidio? ¿Desde qué acto dejamos de decir, se merece una paliza y pasamos a indignarnos por una situación de violencia? No somos sino los adultos, los responsables de que estas muertes se rieguen por el mundo. Es obvio que no estamos haciendo lo suficiente, es obvio que estamos errando el camino si nos indigna más un pseudo lenguaje inclusivo que les niñes violentados que esquivamos ver. Es obvio que las violencias lejos de corregir sólo gestan futuros ambientes violentos para el sufrimiento de niñes por nacer. Es obvio que no hacer nada es sostener futuras condenas a muerte a los Lucios que lleguen a plasmarse en las estadísticas de los años por venir.

Según registros de Unicef 2019/2020, el 59% de niñes entre 1 y 14 años experimentó prácticas de violencia severa.


Por fuera de la acción social de la que debemos hacernos cargo, están las acciones institucionales, porque sí, hay leyes que debieran garantizar condiciones libres de violencias a las infancias y adolescencias. Pero no parecen ser muy tenidas en cuenta y ahí están, dormidas en los libros, cajoneadas en la justicia, desestimadas, minimizadas en torno a procesos defectuosos por donde se los mire que transcurren sin mayores responsabilidades por parte de sus efectores, que insisto, no son debidamente auditados en sus prácticas, de lo contrario, las negligencias serían mínimas, de lo contrario quizás hoy Lucio estaría caminando por el mundo, de lo contrario, muches habrían salvado sus vidas. Y no, lo asesinaron porque también hubo un estado que abandonó, un estado empequeñeciendo violencias severas a nombre de creencias de que ajustar las riendas a tiempo, a golpes y abusos, es una solución. Solución que a la luz de los horrores que se cuentan, es peligrosa, pero se deja que suceda.

120 niñes fueron asesinados por sus propios padres, madres, o cuidadores legales en contexto de violencia, en los últimos diez años.

Y cuando los Lucio ya no están, ¿qué sigue? El lamento, la impresión, los QEPD, las marchas por justicia, los grito por perpetua, la tristeza colectiva, el pulso a menos, la debilidad de habernos sentido atravesados por un horror que sabemos que existe, que nos rodea, pero que negamos; que no nos damos la oportunidad de pensar porque probablemente nos enfrente a recuerdos que no queremos desterrar, propios o ajenos, pero memorias al fin. Por que las violencias, aunque creamos que no, se nos guardan en la memoria individual y colectiva, nos habitan, nos llenan de temores; y lejos de echarles luz, las dejamos reposar en las sombras, mejor quietas, que rompiendo el mundo porque no haya más, y más, y más Lucios.

No podremos cambiar el mundo sólo votando una Ley Lucio, no podremos cambiar el mundo si sólo vamos a estar para los lamentos, no podremos cambiar el mundo sólo publicando #justiciaporlucio, no podremos cambiar el mundo sin sentarnos a pensar en colectivo que podemos hacer desde nuestro pequeño espacio para erradicar las violencias contra niñeces y adolescencias. No hay cambio posible sin compromiso y acciones colectivas…y yo no sé Uds., pero sí quiero cambiar el mundo; por Lucio, por los Lucios, porque ojalá pudiéramos salvarles a todes.

#justiciaporlucio #elestadoesresponsable #conlosniñosno

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