

El 3 de junio, es un día duro; porque viene a poner voz y cuerpo por todas las que ya no están, por todas las sepultadas por femicidios; viene a refregarnos las estadísticas en la cara, los números que muestran que nos siguen matando, que el machismo mata, que el patriarcado no es una buena forma de vivir social, que hace daño, que vulnera derechos, que reproduce maldad y desasosiego, que ampara impunidad, que lastima hasta sin querer, pero mata queriendo.
El 3 de junio es un día duro en que el colectivo social llora y camina con el peso de las que nos faltan, es el día en que los gritos se hacen sentir, donde las gargantas de las vivas lloran a las muertas y las sangres se ponen a hervir por aquellas a las que les dejó de correr por las venas. Es un día duro, en que también se da lugar a la rabia, porque el “si no vuelvo, rompan todo” no es una frase de marketing, es una expresión de desesperanza ante el atisbo de un horror; el de saberse muerta a manos de... Porque no, no es una exageración, es una realidad de todos los días.
El 3 de junio empezó con Chiara, no los femicidios que nos preceden desde quien sabe cuándo; pero no importa el tiempo, importa lo que representan y lo que nos dejan, y más aún, como vamos a intervenir para cambiar todo lo que haya que cambiar, porque el patriarcado se va a caer, porque habrá que romper todo para volver a empezar una y otra vez, hasta que deje de haber una menos. Y sí, hay que intervenir, hay que discutir, hay que desarmar los cimientos y volver a construir desde el centro.
Llevo años acompañando el caminar por las que ya no están, por las que nos faltan, por las que padecieron la sentencia a muerte a manos de femicidas; aun así, sé que no estoy ni cerca de entender el dolor de los que quedan vacíos y arrebatados de sus madres, hijas, hermanas, amigas... Ojalá nunca me falte humanidad para llorar por las ajenas, por las mujeres de rostros desconocidos a las cuales les pongo el cuerpo y la voz; ojalá sigamos siendo muchas las que levantamos bandera, ojalá y sean cada vez menos las que mueran sólo por ser mujeres.
Llevo años acompañando el caminar por las que ya no están, por las que nos faltan, y por las que quiero, por las que agradezco que todavía están, por las que no quiero que nunca me falten, por las que se fueron sin poder luchar, por las que no conozco, por las que vendrán, y por mí, por la que fui, por la que soy y por la que seré. Porque lo vale, porque el #NiUnaMenos no es una súplica, ni un pedido de favor para que deje de ampararse el femicidio y la violencia de género con mil excusas, no, es un grito colectivo que dice #BASTA, paren de matarnos, ya no lo vamos a permitir más, los mandatos de género producen muertes, ya no nos callamos. El #NiUnaMenos busca que el peso de las condenas se corra a la fuerza de las víctimas, para caer en quien agrede y mata que es donde tiene que estar; y lo que produce es ruido, incomodidad, y cambio, porque lo que se siente en realidad es el sonido de los silencios y los miedos que dejan de ser tales porque están saliendo al mundo a sepultar al patriarcado, que es lo único que se debe sepultar.