Este viernes 12 de abril se cumple el 133° aniversario de la Coronación Pontificia de la venerada imagen de Nuestra Señora del Valle. Con datos ofrecidos por los historiadores, hacemos memoria de aquel gran acontecimiento que se vivió con un enorme júbilo. Previamente recordemos que a fines del siglo XIX aún no existía la Diócesis de Catamarca (que fue creada en 1910) de manera que esta porción de la Iglesia dependía de la por entonces extensa Diócesis de Salta. En Catamarca representaba al Obispo, como vicario foráneo, el Pbro. José Facundo Segura.
En diciembre de 1887 el vicario Segura convocó a los principales vecinos de la ciudad de Catamarca, con el fin de programar los actos para renovar en 1888 el juramento del Pueblo que eligió a la Virgen del Valle como su Patrona y para proponer la gestión ante la Santa Sede, para que la portentosa imagen de nuestra Madre Morena fuera coronada. Es de señalar que la Iglesia fue instituyendo esta práctica, con el sentido de poner una corona en la cabeza de una imagen de la Santísima Virgen María, que por razones especiales se le tributa una gran veneración. Con esta celebración, los fieles confiesan que la bienaventurada Virgen María fue elevada en cuerpo y alma a la Gloria celestial y que con toda razón se la debe tener e invocar como a Reina, ya que es Madre de Cristo, Rey del Universo, y está asociada a Él, que con su preciosa sangre adquirió en herencia todas las naciones.
Así, una comisión gestionó por medio del franciscano Bernardino Orellana, una súplica firmada por el entonces Vicario Capitular de Salta, Mons. Pablo Padilla y Bárcena. Un mes más tarde de haber iniciado el trámite, Fray Orellana recibió el Decreto del Capítulo Vaticano autorizando la coronación.
Entre los devotos hijos de la Madre del Valle hubo un júbilo desbordante cuando fue recibida la noticia del éxito de la gestión.
En enero de 1890, Fray Orellana contrató en París, en la Casa Poussielgue-Rusaud, la confección de la Corona.
El día elegido
Se fijó la fecha para la ceremonia de coronación para el segundo domingo después de la Pascua de 1891, que fue el 12 de abril. Ese día, una extraordinaria multitud de fieles y peregrinos de todo el país se congregó en las inmediaciones de la Iglesia Matriz, hoy Catedral. En su interior se encontraban el delegado pontificio Mons. Padilla y Bárcena, el arzobispo de Buenos Aires, Mons. León Federico Aneiros, el obispo de Córdoba Fray Reginaldo Toro y el obispo de Cuyo Mons. Wenceslao Achával, junto al Vicario Segura y el gobernador de la provincia, José Dulce.
Procesión
Desde la Matriz la procesión se encaminó rumbo a La Alameda, encabezada por una banda de música y por las asociaciones y peregrinos; los colegios y las congregaciones religiosas. Luego la cruz procesional, el clero secular, párrocos y los dignatarios eclesiásticos. Más atrás el Padre Provincial de los franciscanos Fray Rosa Quiroga (representando al padre Orellana) portaba la corona, acompañado del vicario Segura y de otros sacerdotes. Marchaban luego, escoltando a la venerada Imagen, los canónigos y obispos. Nuestra Señora era llevada por sacerdotes, mientras los hombres iban encolumnados por las veredas. Detrás de la Virgen se ubicó el gobernador con su comitiva, seguido de la guarnición militar, con su banda de música. También estaba el gobernador electo Gustavo Ferrary. Finalmente, con toda devoción, se encontraban las mujeres. Las calles estaban adornadas con banderas, gallardetes, colgantes y veintiún arcos de triunfo. Desde las azoteas y balcones una lluvia de flores caía sobre el trono procesional. En la avenida norte de la Alameda se había levantado el amplio escenario donde se efectuaría la ceremonia. Allí, estaba el altar y sobre él se erigió el pedestal-trono para la sagrada imagen.
Emoción
Una vez concluida la procesión y colocada Nuestra Señora del Valle en el pedestal, se inició la Misa Pontifical. Finalizado el Santo Sacrificio, se cumplió el acto más esperado y emotivo: la solemne Coronación. Se leyeron los decretos del Capítulo Vaticano, de la institución de la festividad de nuestra Virgen y la concesión de indulgencias. El delegado apostólico Monseñor Padilla y Bárcena entonó el “Regina Coeli” subiendo las gradas del altar, donde recibió el símbolo regio de manos de Fray Rosa Quiroga, a quien acompañaba el vicario Segura como padrino. Entonces el prelado colocó la áurea corona a la augusta Imagen.
El vicario Segura, con los ojos cubiertos de lágrimas, veía cumplido su ansiado sueño: Santuario concluido, coronada la Madre amantísima y, días después, inaugurado el Seminario Eclesiástico, al que el vicario consideraba “el monumento vivo, el perenne recordatorio” de las memorables fiestas de la Coronación. El acto final de esta histórica jornada fue el regreso triunfal de la Reina coronada hasta su Santuario, acompañada del fervor de 30.000 devotos.
La corona
La corona de la Virgen del Valle tiene inscriptos en su cintura, o base, los nombres de las 16 provincias que conformaban la República Argentina en 1891. Intercalados por un diamante, los nombres están escritos en unas pequeñas franjas puestas en forma oblicua. Los gajos que bajan desde el centro de la corona representan la viña, imagen de la Iglesia que tiene a Cristo por viñador. Entre cada gajo hay una flor de lis. La flor de lis simboliza la realeza. La cruz de la corona termina también con una flor de lis. En el cubo superior se encuentran las imágenes de Manuel de Zalazar, el escudo de la Virgen, el del Papa León XIII que aprobó la coronación de la imagen y el escudo de la Nación Argentina